sábado, 23 de febrero de 2008

Con el olor de las carimañolas de queso


Ingredientes:
1 libra de yuca ribereña
Media taza de queso costeño rallado
3 cucharadas de fécula de maíz
Sal al gusto
2 cucharadas de aceite de oliva

Preparación:

Dile a tu hermano Guillermo que en las madrugadas no olvide echarle agua a mis plantas. Dile también que les hable, que a ellas les gusta cuando les cantan y les hablan. Dale a probar de estas carimañolas y se acordará de mí…

Ay mijo, me alegra verte preparando estas carimañolas. En la mañana cuando estuviste en el mercado comprando la yuca en la tienda del señor Mañe, sé que preguntó por mí, cuando lo vuelvas a ver dale mis saludos, dile que lo recuerdo…

Después de que hayas cocido la yuca, con una pizca de sal para darle sabor, ponla a reposar y luego la mueles…

Despacio Roberto, es preciso que muelas la yuca despacio, no aprietes tanto el molino, la masa de la yuca no debe ser muy blanda. ¿Te acuerdas cuando de niño me ayudabas a moler la yuca en la madrugada? Te levantabas sin necesidad de que yo te despertara. Roberto, no muelas tan rápido. Uno aprende con el paso de los días y los años, que hay cosas que requieren paciencia. Así como quieres moler la yuca, así querías vivir, todo arrebatado. Así no es la vida, Roberto…

Te acuerdas de Lucila cuando me decía: ten cuidado con tu nieto, se está juntando con malas compañías. Dime, ¿qué podía hacer yo? Muchos me decían que te estaba malacostumbrando. Ni Lucila ni nadie sabían que tu madre te había dejado en una hamaca con cuarenta días de nacido. Te dejó el mismo día que peleó con tu papá y se fue para no volver. Ahora él vive en la ciudad con otra mujer, rebuscándose la vida, no sabe de tus noches de fiebres o de las veces que te he llevado de urgencias al hospital. Cuando tu profesora me ponía quejas de ti, y yo te amenazaba con amarrarte toda la noche en el palo de coco, ni así me hacías caso. Yo te comprendía. Para ti tampoco era fácil la vida…

Sí, al amasar la yuca molida le echas tres cucharadas de fécula de maíz para que la masa tenga consistencia. ¿Recuerdas que la única manera de convencerte, para que te quedaras en casa haciendo las planas que te había dejado la seño Denis, era prometiéndote unas carimañolas rellenas de puro queso?...

Con los dedos untados de aceite tomas un puñado de yuca molida y la amasas en forma de bola, haces un hueco en el centro con el dedo pulgar, lo rellenas con queso rallado y sigues dándole forma…

¿Te acuerdas Roberto, aquella mañana cuando me dijeron que tu nombre estaba escrito en la lista negra de Los goleros, esos que decían hacer limpieza de la basura humana y que te daban cuarenta y ocho horas para que te fueras del pueblo porque vendías y consumías marihuana? Esa mañana lloré tanto y me arrodillé ante el palo de coco pidiéndole a la virgencita de La candelaria que me ayudara a guiarte por el buen camino. Esa mañana todas las carimañolas se agriaron…

Donde me encuentro, todavía me llega el olor de las carimañolas cuando se están friendo en el aceite hirviente y de pronto pienso que valieron mis carimañolas junto con mis rezos para que entendieras que la vida es sólo una…

Roberto, no olvides decirle a tu hermano Guillermo que le eche agua a mis plantas, dile también que les hable, que a ellas les gusta cuando les cantan y les hablan. Dale a probar una de estas carimañolas de queso, doradas, acabadas de freír, con el olor de las carimañolas me recordará.

Nota: Esta historia pertenece al libro de cuentos sobre recetas de comidas que estoy escribiendo. “Con el olor de las carimañolas de queso” fue premiado en el Concurso de Cuento “Los sueños de Luciano Pulgar”, en la Biblioteca Municipal de Bello, Noviembre 8 de 2007.

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